Me gustaría comentar algo sobre esta gran película, a la que rindo culto. Tengo que reconocer que me causan una envidia terrible, aquellos que no hayan visto todavía “El bueno, el feo y el malo”, así que, les aconsejo que no tarden mucho en verla, porque van a disfrutar de un espectáculo extraordinario. Sobre el cine del maestro Leone, a quién venero cómo un ser supremo, se podrían escribir páginas y páginas, pero basta con decir que desarrolló una nueva forma de narrativa cinematográfica (que no es poco). Creó un estilo propio que fue copiado hasta la saciedad por un gran número de admiradores, pero con rotundo fracaso para la mayoría de ellos. El único que ha conseguido honrar al maestro y además, con admirable destreza, ha sido, ni más ni menos, que otro genio, Quentin Tarantino, el alumno más aventajado de la clase.
La dilatación de los tiempos narrativos, combinados con multitud de primerísimos planos (a una gran velocidad de montaje) y coreografiados con la épica y maravillosa música de Enio Morricone, recrearon los más fascinantes duelos bajo el sol de la historia del cine. Los planos estaban cuidados al detalle, tanto era así, que cada uno de ellos por separado podrían componer un cuadro de un tosco y peculiar estilo barroco. Además, Sergio Leone, tenía la habilidad de encajar, como si fueran piezas de un puzle, un gran plano general con un primer plano de unos ojos o de un rostro. Algo muy complicado de llevar a cabo si no se tiene un buen sentido narrativo.
“El Bueno, el feo y el malo” completa lo que se bautizó como “la trilogía del dólar”, junto con “La muerte tenía un precio” y “Por un puñado de dólares” De ellas surgió un nuevo icono del cine, “el hombre sin nombre”, un personaje rudo, de pocas palabras y mirada de hielo, arquetipo de antihéroe, que lanzó al estrellato al actor que lo interpretaba, Clint Eastwood. Es una película que contiene todos los elementos del sello inconfundible del maestro Leone, con un duelo final épico y memorable acompañado por la archiconocida banda sonora de Morricone, y que, como curiosidad, ha sido utilizada como introducción en numerosos conciertos de Metallica.